Marcha en Paraná por el crimen de Daiana: un pedido de Justicia y la angustia de vivir con “miedo y bronca”

A 163 kilómetros de Gobernador Mansilla, el pueblo donde fue hallada asesinada Daiana Mendieta, Paraná se llenó de mujeres, jóvenes y familias que reclamaron justicia por la joven de 22 años. En las escaleras del Palacio de Tribunales, los rostros de la víctima se mezclaron con la bronca, el miedo y la esperanza.
A las 18.30 el calor empezaba a ceder en la capital entrerriana, pero el aire seguía denso. En la escalinata del edificio judicial, sobre Narciso Laprida 255, una multitud empezó a reunirse con carteles, bombos y pancartas que decían lo mismo: “Basta de matarnos. Justicia por Daiana.”
Las fotos de la joven, de sonrisa amplia y ojos marrones, se mezclaban entre quienes la lloran y quienes, sin conocerla, la sienten propia. En los carteles también aparecía el rostro de Gustavo Brondino (55), el presunto femicida. Había más fotos de él que de ella. El mensaje era claro: poner el foco en el victimario y no en la victima.
La Multisectorial de Mujeres Entrerrianas fue la que convocó a la marcha. Desde temprano, el frente de Tribunales se llenó de banderas violetas y pañuelos verdes. En el aire flotaban los cánticos que se volvieron himno: “Ni una menos, vivas nos queremos” y “Señor, señora, no sea indiferente, nos matan a las pibas en la cara de la gente”.

Había niñas tomadas de la mano de sus madres, adolescentes, abuelas sentadas en los escalones y algunos. Todas y todos con el mismo nudo en la garganta.
“Es el cansancio”
María José Cardoso, de 44 años, llegó con su hermana de 33 y su hija. Se la nota nerviosa, apretando un cartel con la foto de Daiana. “El cansancio. Es eso lo que me trae acá”, dice. “El cansancio de que todos los días haya una piba muerta. Que puede ser mi hija. Yo también sufrí abusos, también tuve miedo. Pero lo peor es que sigue pasando y que todavía se cuestione a la víctima. Que si tenía minifalda, que si era amante, que si era joven. ¿Y qué sabemos del femicida? Nada. Siempre se sabe todo de la víctima”, señala.
A su lado, su hija asiente. “Yo salgo a las seis y media a trabajar, y mi mamá no duerme hasta que llego. Vivimos con miedo”, agrega.
“Son ellos los que tienen que venir”
Ana Cardozo, la hermana menor de Daiana intenta decir unas palabras, pero su voz tiembla, aunque no se quiebra: “Yo quiero pedir que los varones se empiecen a involucrar. Son ellos: sus amigos, sus hermanos, sus compañeros. No alcanza con que compartan una historia o pongan un emoji triste. Acá hay pocos varones, y eso también duele.”

Foto Marcelo Carroll.
Entre el público, algunas mujeres lloran en silencio. Otras aplauden. La frase queda flotando como una verdad incómoda.
“Estamos hartas, pero seguimos acá”
Clari Núñez y Sol Peretti, de 27 y 26 años, llegaron juntas. Sostienen una bandera que dice “NiUnaMenos en ninguna provincia”.
“Nosotras estamos hartas, pero seguimos viniendo porque sabemos que es necesario”, dice Clari. “Siempre que desaparece una mujer, ya sabemos cómo puede terminar. Lo vivimos con miedo, pero también con bronca”, sostiene.
Sol completa: “Siempre se pone el foco en la víctima. Si era más chica, que por qué estaba con alguien casado. Nunca se piensa en el que mata. Es tremendo ver que seguimos discutiendo eso en 2025.”
Entre los carteles violetas aparece Verónica Lencina, docente y militante feminista, de 51 años. “Nos falta el Estado y nos falta empatía”, dice. “Yo soy maestra y veo nenas de 10 años que ya tienen miedo de caminar solas. No puede ser que normalicemos vivir con miedo. Daiana podría haber sido cualquiera de mis alumnas”, remarca.

A pocos metros, Martina Fleitas, estudiante universitaria de 20 años, sostiene un cartel hecho a mano: “Nos quitaron una compañera”.
“Yo vengo porque me da miedo pensar que la próxima puedo ser yo. Y porque quiero que se hable más de los varones, de lo que hacen, de cómo llegan a creer que tienen derecho a poseernos”, dice.
Cuando cae la noche, las luces de Tribunales iluminan los rostros cansados. Algunas mujeres dejan fotos. Desde el altavoz suena la voz de una de las organizadoras: “A Daiana la mataron, pero no la olvidamos. La Justicia que pedimos no es solo por ella, es por todas.”
En Gobernador Mansilla todavía se respira silencio. En Paraná, el eco del reclamo sigue sonando: “Basta de matarnos.”
La marcha se disuelve despacio. Quedan los carteles tirados en el suelo, las fotos de Daiana pegadas en las columnas y las imágenes de Brondino. Queda también esa mezcla de bronca, tristeza y determinación que mueve a todas las que, una vez más, salen a la calle a gritar lo que debería ser obvio: que quieren vivir.
Fuente: www.clarin.com